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miércoles, 13 de agosto de 2014

Un día cualquiera

Suena el despertador, perdón, la alarma del móvil.
Te levantas, y otro día por delante.
Arropas tu sombra, doblando bien el embozo,
sólo cinco minutitos más...
y a tu cuerpo lo llevas dando tumbos hasta el baño.

Enciendes la radio, y alerta amarilla por calor,
y nivel amarillo en la Calle 30.
Vivo en un país amarillo limón.




¿Calle 30?. Si eso es una calle yo soy un zombie de Walking Dead.
Te miras en el espejo y para un cameo en la serie sí que darías.
Nivel amarillo en tu piel.

Ducha y ya está; por fin abres los ojos.
Tostadora, café, qué me pongo, esto mismo.
Cartera, móvil, llaves, gafas, pinza para el pantalón; lo llevas todo.

Y ahora lo importante: ahí está ella, esperando, un poco sucia quizás.
¡Bah!, si no se nota.
La coges por los cuernos, como al toro.
La sacas, cierras una puerta, la encabritas, abres otra, y adentro, al ascensor.

Sales, saludas a un vecino que te mira raro.
Buenos días, buenos días tenga usted. ¿Y el casco?.
No me hace falta, tengo la cabeza dura.
Te planteas cuántas veces contestarás esto u otra gracia similar.
¿Soy Bill Murray? te preguntas.

Sales de nuevo, por el portal esta vez.
Sorteas la basura porque #MadridDaAsco,
Levantas la patita, la montas, pies en los estribos, luces... ¡acción!

Ya no hay sueño. Bueno, sí, pero menos, por este airecito que te da en la cara.
Semáforo en nivel amarillo y luego en rojo. Te paras.
Un peatón que cruza te mira como quien mira a un marciano.
Hola, soy Gurb, y usted no lo es.

Verde, reemprendes la marcha. Más airecito, menos sueño.
Meditas, lo de ayer, lo de mañana.
Lo del presente no, eso solamente lo sientes, lo disfrutas.

Un paso de cebra, y el peatón te sonríe y te cede el paso.
No, no, pase usted. Gracias, no hay de qué.

Ahora el desnivel te favorece, y te dejas llevar, y te dejas caer,
y no hay mayor placer en el mundo.
Apenas haces ruido, tan solo un rumor... y otro semáforo en rojo.

Te paras, cruzan peatones y disfrutas de las vistas...
porque el nivel amarillo favorece ciertos paisajes.
Ahora no eres políticamente correcto.
Tranquilo, del pensamiento aún no hay policía (todo llegará).
Pero es que se ve todo tan nítido desde aquí...

Sigues, y las escenas se repiten,
y las endorfinas sanan tu cerebro maltrecho,
y llegas al trabajo. ¿Ya? ¿Tan pronto?
Anhelas trabajar más lejos, pero ten cuidado con lo que deseas.

Apagas luces, pies fuera del estribo, levantas la patita, desmontas.
La atas, con un buen candado. La miras.

Entras, subes, un compañero: ¿y el casco?.
¡Cuánto por hacer!, piensas.
Y le sueltas lo de la dureza de tu cabeza.
¡Qué pereza!