La geógrafa de Gea21 Marta Román (mroman@gea21.com) realizó esta
perturbadora ponencia con motivo de las jornadas "Ciudades en Bicicleta". Siendo terrible el panorama que describe, es de gran valor
saber identificar qué es lo que está pasando para que los niños hayan
abandonado masivamente el hábito de ir solos al colegio en los úlitmos
años.
Todos los que trabajamos con niñas y niños tenemos la siguiente máxima enmarcada:
Parece que socialmente hay un consenso unánime sobre esta cuestión. La seguridad en mayúsculas es una exigencia esencial cuando se trata de la infancia.
Voy a explicar brevemente cómo hemos llegado hasta aquí, por qué la seguridad se ha situado en un espacio tan privilegiado cuando se habla de este grupo social y las repercusiones que tiene este sentir común sobre la infancia y sobre la sociedad en su conjunto.
Su menor peso poblacional ha contribuido a reducir su visibilidad pública y su capacidad de negociación con el mundo adulto. La desaparición de los niños de los espacios colectivos de forma libre y autónoma, les ha confinado en el hogar o en espacios acotados previstos especialmente para su cuidado. De esta manera se ha reducido el roce y la convivencia intergeneracional espontánea entre adultos y menores.
Este déficit de relación cotidiana entre personas de distintas edades –con las bondades y conflictos que toda relación conlleva– ha permitido a nuestra sociedad recrear un mundo idílico imaginario de representación de la infancia. Una nueva imagen social que tiene más que ver con la fantasía, que con las vivencias y las experiencias de los propios niños y niñas y de quienes se ocupan de su cuidado.
La encarnación de valores excelsos como la bondad, la inocencia o la espontaneidad, así como una imagen extendida de su fragilidad e incapacidad para cuidar de sí mismos y manejarse por su cuenta, sitúa a los niños -hasta entrada en la adolescencia- en un lugar simbólico intocable: “No les puede pasar nada”.
Deseados y únicos, nuestros niños “de lujo” han asumido también un nuevo papel dentro de la cosmología familiar. En una época caracterizada por los cambios y la inestabilidad en todos los ámbitos de la vida, estos seres deseados se convertirán en la principal fuente de energía emocional de sus mayores.
Frente a un mundo impredecible y cambiante, donde las relaciones laborales, familiares y sociales son cada vez más inestables y precarias, la relación materno/filial o paterno/filial se convertirá en el vínculo emocional más estable para los adultos. Así, estos seres de apariencia frágil concentrarán un inmenso poder para satisfacer las necesidades afectivas de sus mayores.
Extremar la protección de los pequeños tendrá, por lo tanto, mucho que ver con las inseguridades percibidas por los adultos y con la fuerte dependencia emocional que depositamos en estas criaturas. La intolerancia a que ellas o ellos corran el más mínimo riesgo lo podemos vincular más con nuestro propio bien que con su propio bien.
A pesar de este sentir común sobre el elevado valor de los menores, tener un hijo no es tarea fácil en nuestra sociedad. Lo que antes proveía la calle de forma sencilla y generosa: juego, entretenimiento, relaciones, ejercicio físico, cuidados o apoyo mutuo, se tendrá ahora que solventar en el seno de los hogares. Los niños salen perdiendo porque, por muy maravillosos que sean papá o mamá, difícilmente pueden suplir con su tiempo, esfuerzo, imaginación o dinero todo lo que daba esa diversa y compleja red de referencias.
La privatización de la crianza va ineludiblemente asociada a un proceso de inhibición social. Las únicas referencias que quedan legitimadas para encargarse de niñas y niños son ahora sus familiares directos y, de manera subsidiaria, los profesionales de la educación. Todo lo que tenga que ver con los menores se atribuirá a alguno de estos dos ámbitos –la casa o la escuela- sobre los que recaerá todo el peso y toda la responsabilidad de su educación y cuidado.
El triunfo de la privacidad sobre lo colectivo, el triunfo de la casa frente a la calle, la ausencia de infancia y de actividades estanciales, deriva en el vaciamiento del espacio público que da paso al miedo y a la percepción de inseguridad.
Los medios de comunicación, lejos de ahuyentar miedos, sirven de altavoz para incrementar el temor y crear una situación permanente de alarma cuando se trata de la infancia. Recordemos que cualquier daño a un menor atenta contra uno de los símbolos intocables de nuestra sociedad, algo que va mucho más allá del hecho en sí mismo. Por eso, un suceso que tenga como protagonista a un niño o a una niña, será difundido, repetido y recreado desde todos los ángulos una y mil veces.
Aislados en el búnker doméstico, desconectados de las redes de proximidad que generan confianza, la población terminará percibiendo su entorno como hostil y extremando los sistemas de autoprotección.
Las denuncias interpuestas por familias al colegio cuya hija se ha caído del columpio de un parque o se ha roto un diente en una salida con bici, no hace más que reforzar todos los mecanismos perversos que van aislando más y más a los pequeños de experiencias y de un entorno cuidador. Estas acciones legales son realmente nocivas para las relaciones de confianza social que se basan en un sentir común de que todos cuidamos y velamos por el bienestar general de los pequeños. Un pacto no escrito que ha regido durante generaciones y que ahora se ve cuestionado.
Así se va consolidando un modelo de maternidad/paternidad intensiva y “los buenos padres/madres” son aquellos que vigilan, acompañan, se desviven, controlan, sufren y previenen a sus hijos de todo riesgo o mal. La hiperprotección se va asentado como la forma única de ejercer el cuidado.
Las instituciones también contribuyen a este clima y cada vez son más frecuentes las normas y reglas que inhiben o dificultan las posibilidades de autonomía de los niños como, por ejemplo, exigir que hasta los 12 años tengan que ser recogidos y entregados a un adulto cuando salen de la escuela.
Aunque estén sanos, sean inteligentes y avispados, todos estos mecanismos no hacen más que restar autoconfianza, responsabilidad y capacidad de autocuidado a niñas y niños. Cada vez más dependientes, con menos recursos para valerse por si mismos, más temerosos, con menos personas de referencias ajenas a la familia, conseguimos que sean más vulnerables.
Pero lo que es curioso es que lo que contiene tanto valor y es tan preciado y querido pueda terminar resultando finalmente…. peligroso.
La inaceptación social a que los niños y niñas corran el más mínimo riesgo les ha transformado a ellos mismos en una sustancia muy peligrosa para quienes les manejan. Cuidar, transportar o encargarse de un menor será parecido a transportar nitroglicerina, algo que puede dañar o directamente estallar en las manos.
La exigencia de toda una serie de autorizaciones, permisos específicos y seguros de responsabilidad civil, para todos aquellos que pretenden realizar actividades con menores, retrae y limita que muchas personas se expongan a ese temible riego.
Todos estos mecanismos no evitan accidentes que, como tal, son imprevisibles, lo que sí están evitando es la disponibilidad a asumir riesgos. Están inhibiendo a algunas personas a que se acerquen, interactúen y cuiden a los niños. Por otra parte, están vetando a que los niños realicen actividades que puedan conllevar algún tipo de riesgo, por nimio o remoto que pueda resultar.
Los ejemplos se acumulan: una profesora de química que decide no utilizar el laboratorio para que sus alumnos no se dañen realizando algún experimento o manipulando algún producto químico; un ayuntamiento que retira los columpios infantiles para evitar caídas; una madre que no se atreve a llevar en su coche a un compañero de clase de su hija: un colegio que prohibe llevar pasteles caseros al colegio por si hay una intoxicación... Un estado de excepción instalado en gestos diarios que limitan las oportunidades de ser cuidado, de conocer, de experimentar, de compartir y, en definitiva, de vivir y de crecer.
Tal vez hay que replantearse esta fórmula de seguridad que amenaza a quienes se ocupan de ellos y ellas, con responsabilizarles ante cualquier daño que puedan sufrir, aunque éste resulte imprevisible e inevitable. Esta búsqueda de culpables reduce el número de personas dispuestas a tomar parte en su cuidado, reduciendo su red de apoyos.
Podemos empezar a hacer otros enunciados y junto a seguridad, empezar a introducir otros conceptos, como confianza y libertad. Simplemente empezando a combinar esta afirmación con otras palabras da un resultado es totalmente distinto, ya no se nos puede ir la mano en control y la inhibición.
Tal vez podemos empezar a formular que lo que realmente necesita la infancia es autonomía para desarrollarse y crecer. El enfoque y la aproximación, en este caso, es totalmente distinto porque les sitúa como sujetos de pleno derecho, no como víctimas frágiles a quienes hay que proteger que, como hemos visto, tiene efectos nocivos.
Que una niña o un grupo de menores ocupen la calzada entra en fricción directa con el sacrosanto tráfico urbano. Supone visibilizar a la infancia y que nos cuestionemos como sociedad si realmente son lo más valioso. En ese caso, tendremos que aparcar o frenar el juguete favorito de los adultos para que ellas y ellos puedan moverse con libertad y seguridad.
Por otro lado, en bicicleta, aunque un menor vaya acompañado de un adulto, nunca puede ir de la mano. La bicicleta lleva implícita una cota de autonomía, de responsabilidad, una cota de riesgo, aunque sea para mantenerse en equilibrio.
Como dice una joven de un instituto de Madrid cuando le pregunté por qué le gustaba montar en bicicleta: “En bicicleta sientes que ocupas un lugar, que manejas un vehículo”. Efectivamente, la bicicleta puede ser un buen medio para que niñas y niños comiencen a manejar su propia vida.
Todos los que trabajamos con niñas y niños tenemos la siguiente máxima enmarcada:
Parece que socialmente hay un consenso unánime sobre esta cuestión. La seguridad en mayúsculas es una exigencia esencial cuando se trata de la infancia.
Voy a explicar brevemente cómo hemos llegado hasta aquí, por qué la seguridad se ha situado en un espacio tan privilegiado cuando se habla de este grupo social y las repercusiones que tiene este sentir común sobre la infancia y sobre la sociedad en su conjunto.
La infancia, un valor en alza
Nuestros niños han adquirido una alta cotización en la valoración social. Su clara inferioridad numérica – desde finales del siglo pasado los mayores de 64 años superan en número a los menores de 16 en España por primera vez en la historia-, les ha convertido en un bien escaso que, como tal, les hace incrementar su valor.Su menor peso poblacional ha contribuido a reducir su visibilidad pública y su capacidad de negociación con el mundo adulto. La desaparición de los niños de los espacios colectivos de forma libre y autónoma, les ha confinado en el hogar o en espacios acotados previstos especialmente para su cuidado. De esta manera se ha reducido el roce y la convivencia intergeneracional espontánea entre adultos y menores.
Este déficit de relación cotidiana entre personas de distintas edades –con las bondades y conflictos que toda relación conlleva– ha permitido a nuestra sociedad recrear un mundo idílico imaginario de representación de la infancia. Una nueva imagen social que tiene más que ver con la fantasía, que con las vivencias y las experiencias de los propios niños y niñas y de quienes se ocupan de su cuidado.
La encarnación de valores excelsos como la bondad, la inocencia o la espontaneidad, así como una imagen extendida de su fragilidad e incapacidad para cuidar de sí mismos y manejarse por su cuenta, sitúa a los niños -hasta entrada en la adolescencia- en un lugar simbólico intocable: “No les puede pasar nada”.
Criaturas únicas
Deseados y únicos, nuestros niños “de lujo” han asumido también un nuevo papel dentro de la cosmología familiar. En una época caracterizada por los cambios y la inestabilidad en todos los ámbitos de la vida, estos seres deseados se convertirán en la principal fuente de energía emocional de sus mayores.
Frente a un mundo impredecible y cambiante, donde las relaciones laborales, familiares y sociales son cada vez más inestables y precarias, la relación materno/filial o paterno/filial se convertirá en el vínculo emocional más estable para los adultos. Así, estos seres de apariencia frágil concentrarán un inmenso poder para satisfacer las necesidades afectivas de sus mayores.
Extremar la protección de los pequeños tendrá, por lo tanto, mucho que ver con las inseguridades percibidas por los adultos y con la fuerte dependencia emocional que depositamos en estas criaturas. La intolerancia a que ellas o ellos corran el más mínimo riesgo lo podemos vincular más con nuestro propio bien que con su propio bien.
La crianza aislada
A pesar de este sentir común sobre el elevado valor de los menores, tener un hijo no es tarea fácil en nuestra sociedad. Lo que antes proveía la calle de forma sencilla y generosa: juego, entretenimiento, relaciones, ejercicio físico, cuidados o apoyo mutuo, se tendrá ahora que solventar en el seno de los hogares. Los niños salen perdiendo porque, por muy maravillosos que sean papá o mamá, difícilmente pueden suplir con su tiempo, esfuerzo, imaginación o dinero todo lo que daba esa diversa y compleja red de referencias.
La privatización de la crianza va ineludiblemente asociada a un proceso de inhibición social. Las únicas referencias que quedan legitimadas para encargarse de niñas y niños son ahora sus familiares directos y, de manera subsidiaria, los profesionales de la educación. Todo lo que tenga que ver con los menores se atribuirá a alguno de estos dos ámbitos –la casa o la escuela- sobre los que recaerá todo el peso y toda la responsabilidad de su educación y cuidado.
El triunfo de la privacidad sobre lo colectivo, el triunfo de la casa frente a la calle, la ausencia de infancia y de actividades estanciales, deriva en el vaciamiento del espacio público que da paso al miedo y a la percepción de inseguridad.
Los medios de comunicación, lejos de ahuyentar miedos, sirven de altavoz para incrementar el temor y crear una situación permanente de alarma cuando se trata de la infancia. Recordemos que cualquier daño a un menor atenta contra uno de los símbolos intocables de nuestra sociedad, algo que va mucho más allá del hecho en sí mismo. Por eso, un suceso que tenga como protagonista a un niño o a una niña, será difundido, repetido y recreado desde todos los ángulos una y mil veces.
Aislados en el búnker doméstico, desconectados de las redes de proximidad que generan confianza, la población terminará percibiendo su entorno como hostil y extremando los sistemas de autoprotección.
Una nueva forma de ejercer la paternidad/maternidad
Las madres y padres entenderán que una de sus labores principales será ejercer un control férreo para salvaguardar a sus criaturas de todo ese peligro que aunque éste sea más imaginario que real. Esta forma privatizada de ejercer el cuidado infantil, contribuye a rompe los lazos delicados de la responsabilidad compartida sobre su cuidado. Igual que se dice “no pise el cesped que es propiedad privada, se dice “no diga nada a mi hijo”. Nadie se atreve a reprender a un niño que hace algo mal en la calle o en un parque ante el riesgo de tener un encontronazo con sus “propietarios”. Lo que parece un triunfo de la patria potestad, es nefasto para los propios niños y para la sociedad en su conjunto.Las denuncias interpuestas por familias al colegio cuya hija se ha caído del columpio de un parque o se ha roto un diente en una salida con bici, no hace más que reforzar todos los mecanismos perversos que van aislando más y más a los pequeños de experiencias y de un entorno cuidador. Estas acciones legales son realmente nocivas para las relaciones de confianza social que se basan en un sentir común de que todos cuidamos y velamos por el bienestar general de los pequeños. Un pacto no escrito que ha regido durante generaciones y que ahora se ve cuestionado.
Los cerrojos se superponen
La sobreprotección sobre la infacia también se ve coreada por el entorno social. Aunque los vecinos no presten ya ayuda material en la crianza, si pueden criticar, señalar y hasta denunciar las prácticas que consideren “inseguras”. Aquellas familias que dejen ir solos al colegio a sus niños son vistas como descuidadas o negligentes y los adultos miran con pena a esos niños “abandonados”.Así se va consolidando un modelo de maternidad/paternidad intensiva y “los buenos padres/madres” son aquellos que vigilan, acompañan, se desviven, controlan, sufren y previenen a sus hijos de todo riesgo o mal. La hiperprotección se va asentado como la forma única de ejercer el cuidado.
Las instituciones también contribuyen a este clima y cada vez son más frecuentes las normas y reglas que inhiben o dificultan las posibilidades de autonomía de los niños como, por ejemplo, exigir que hasta los 12 años tengan que ser recogidos y entregados a un adulto cuando salen de la escuela.
Aunque estén sanos, sean inteligentes y avispados, todos estos mecanismos no hacen más que restar autoconfianza, responsabilidad y capacidad de autocuidado a niñas y niños. Cada vez más dependientes, con menos recursos para valerse por si mismos, más temerosos, con menos personas de referencias ajenas a la familia, conseguimos que sean más vulnerables.
Pero lo que es curioso es que lo que contiene tanto valor y es tan preciado y querido pueda terminar resultando finalmente…. peligroso.
Peligro, niños
La inaceptación social a que los niños y niñas corran el más mínimo riesgo les ha transformado a ellos mismos en una sustancia muy peligrosa para quienes les manejan. Cuidar, transportar o encargarse de un menor será parecido a transportar nitroglicerina, algo que puede dañar o directamente estallar en las manos.
La exigencia de toda una serie de autorizaciones, permisos específicos y seguros de responsabilidad civil, para todos aquellos que pretenden realizar actividades con menores, retrae y limita que muchas personas se expongan a ese temible riego.
Todos estos mecanismos no evitan accidentes que, como tal, son imprevisibles, lo que sí están evitando es la disponibilidad a asumir riesgos. Están inhibiendo a algunas personas a que se acerquen, interactúen y cuiden a los niños. Por otra parte, están vetando a que los niños realicen actividades que puedan conllevar algún tipo de riesgo, por nimio o remoto que pueda resultar.
Los ejemplos se acumulan: una profesora de química que decide no utilizar el laboratorio para que sus alumnos no se dañen realizando algún experimento o manipulando algún producto químico; un ayuntamiento que retira los columpios infantiles para evitar caídas; una madre que no se atreve a llevar en su coche a un compañero de clase de su hija: un colegio que prohibe llevar pasteles caseros al colegio por si hay una intoxicación... Un estado de excepción instalado en gestos diarios que limitan las oportunidades de ser cuidado, de conocer, de experimentar, de compartir y, en definitiva, de vivir y de crecer.
“Cuando se habla de infancia, lo más importante es…”
Igual no está mal dar un paso atrás e intentar salir de ese lugar común en el que estamos instalados que vincula el cuidado de la infancia con seguridad a cualquier precio. Tal vez haya que preguntarse si este sistema de privación de experiencias en esta etapa vital no hace más vulnerables y más pobres a los niños, que ven mermadas sus posibilidades de interactuar con su mundo, relacionarse con otras personas, conocer sus propias capacidades y aprender a valorar y a asumir riesgos.Tal vez hay que replantearse esta fórmula de seguridad que amenaza a quienes se ocupan de ellos y ellas, con responsabilizarles ante cualquier daño que puedan sufrir, aunque éste resulte imprevisible e inevitable. Esta búsqueda de culpables reduce el número de personas dispuestas a tomar parte en su cuidado, reduciendo su red de apoyos.
Podemos empezar a hacer otros enunciados y junto a seguridad, empezar a introducir otros conceptos, como confianza y libertad. Simplemente empezando a combinar esta afirmación con otras palabras da un resultado es totalmente distinto, ya no se nos puede ir la mano en control y la inhibición.
Tal vez podemos empezar a formular que lo que realmente necesita la infancia es autonomía para desarrollarse y crecer. El enfoque y la aproximación, en este caso, es totalmente distinto porque les sitúa como sujetos de pleno derecho, no como víctimas frágiles a quienes hay que proteger que, como hemos visto, tiene efectos nocivos.
La bicicleta como catapulta de autonomía
La bicicleta es un buen medio para revertir este proceso pernicioso en el que estamos metidos. Por una parte, interpela a la ciudad. Exigir espacio y condiciones para que niñas y niños puedan utilizarla en sus trayectos cotidianos incomoda, no se trata de una medida cosmética que se pueda solucionar fácilmente, porque conlleva cuestionar las reglas básicas del juego del espacio público.Que una niña o un grupo de menores ocupen la calzada entra en fricción directa con el sacrosanto tráfico urbano. Supone visibilizar a la infancia y que nos cuestionemos como sociedad si realmente son lo más valioso. En ese caso, tendremos que aparcar o frenar el juguete favorito de los adultos para que ellas y ellos puedan moverse con libertad y seguridad.
Por otro lado, en bicicleta, aunque un menor vaya acompañado de un adulto, nunca puede ir de la mano. La bicicleta lleva implícita una cota de autonomía, de responsabilidad, una cota de riesgo, aunque sea para mantenerse en equilibrio.
Como dice una joven de un instituto de Madrid cuando le pregunté por qué le gustaba montar en bicicleta: “En bicicleta sientes que ocupas un lugar, que manejas un vehículo”. Efectivamente, la bicicleta puede ser un buen medio para que niñas y niños comiencen a manejar su propia vida.
Guay. Esperaba que se hablara más de la bici pero es igualmente muy interesante :)
ResponderEliminarA l@s niñ@s hay que protegerles; no sobreprotegerles.
ResponderEliminar"Educa al niño y no castigarás al hombre". Pitágoras.
Muy buen artículo.
ResponderEliminarLa seguridad siempre tiene un coste, y lo peor es que esta obsesión con la seguridad no solo se da en niños. Hoy se nos está imponiendo una seguridad que no queremos, con la Ley de Seguridad Ciudadana. En cuanto asimilemos que la ley está entre nosotros se nos olvidará el precio: habremos perdido independencia y miraremos raro al que proteste.
Esto es como con facebook y su servicio gratuito, si alguien te ofrece seguridad gratuita seguramente tú seas el producto.
Espero una segunda parte, con acciones para que haya niños yendo al cole de manera independiente.
Una reflexión muy acertada y pertinente... ¡Sobre todo porque se habla poco de bicis! :)
ResponderEliminarSobre lo que dice mamarratxu de la sobreprotección: en Estados Unidos los taxis llevan pintada una frase en el maletero: "Tenga cuidado, este vehículo para frecuentemente". Y así otro montón de advertencias más. Me temo que cada vez vamos más a eso.
Doy fe de todo lo que esta autora comenta. Ni os imagináis cuántas cosas se dejan de hacer en los coles por el volumen inmenso de hiperprotección y control que hay que asegurar y burocratizar.
ResponderEliminarParticularmente lamentable es el monopolio de las actividades estructuradas (fuertemente organizadas) sobre las desestructuradas(libres). Estas segundas son las que benefician especialmente la creatividad y la iniciativa personales, y de ellas apenas disfrutan muchos niños -y adultos- por la fijación con las actividades hiperreglamentadas y vigiladas.
La bici es, sobre todo, libertad, espacio abierto y creatividad. Rompe con la hiperreglamentación, enclaustramiento físico y vigilancia perpetua de los regímenes de comportamiento fuertemente estructurados.
Otro ejemplo de sobreprotección: los niños llevan casco aunque vayan en triciclo.
ResponderEliminarAñado que en el caso de la seguridad pública, ni siquiera es gratuita. Es no demandada en el caso de la ley que critico, pero no es gratuita.
ResponderEliminarDe hecho la excelentísima Sra. Segui (avalada por el excelentísimo gobierno del PP) ahora obliga a todos los niños de menos de 16 a utilizar el casco... buscando precisamente dar esa imagen de peligrosidad que aleja a las nuevas generaciones del uso de los transportes alternativos.
ResponderEliminarNo cuentan que las bicis con sillín más bajos de 47cm se consideran juguete y no vehículo, y por tanto no están afectadas por esta ley. Cuando llegue el nuevo RGC nos encargaremos de señalarlo bien.
ResponderEliminarEl nuevo RGC no va a llegar nunca. Había unas pocas medidas que podían beneficiar al ciclismo urbano y por lo tanto se han encargado de bloquearlo.
ResponderEliminarA quien le quede dudas sobre esto, basta con ver el dictamen del Consejo de Estado descalificando de la manera más patética al supuesto nuevo reglamento.
Y con respecto a los 47cm de altura del sillín, es uno de los tantos tristes consuelos que no me consuelan... porque el casco lo tendrán que llevar la mayoría de los niños en edad de utilizar la bici para tener autonomía.
Imaginaos a un hipotético padre que deja a su hijo de 10 años ir en bici con sus amigos y que es atropellado sin tener nada de culpa... pero desafortunadamente el niño no llevaba casco desobedeciendo a sus padres... la situación sería una familia destrozada y para colmo la aseguradora amparándose en el casco para no pagar! Yo veo que la medida tiene un claro beneficiario... y estoy deseando ver a que aseguradora irá a trabajar la Sra. Seguí cuando pierdan las próximas elecciones.
imagínate eso en un taller.... imaigna como se ponen si hablas de enseñar a soldar bicis con soplete a alumnos de 15 años... Son cosas estructuradas, pero no son bien vistas por que rompen algo, no sé bien que -¿libertad de equivocarse?-. Este tópico ñoño también ha calado en la ensañanza. Yo los veo como personas, no como "niños angelicales" ni nada parecido, pero la gente se sorprende mucho de todo esto. incluso muchos profesores que no ven lo que tienen delante.
ResponderEliminarY lo malo es que no son advertencias de verdad sino quitamultas... y muchas tonterías parecidas. Luego pasa que con esas tonterías no se ven los peligros de verdad. Los árboles no dejan ver el bosque
ResponderEliminarAntes los niños desde los 7-8 años íbamos al colegio andando y solos. Ahora la mayoría van en un mega tanque con televisión y mil protecciones, como si fuesen de algún ministerio o del Cuerpo Diplomático. Lo gracioso es que muchos padres después aparcan el tanque en doble o triple fila y obligan al niño a bajar directamente a la calzada para ir al colegio, por no andar 100 metros.
ResponderEliminarQué buen artículo... Y hoy me viene al pelo. Mi enano de 7 años, que lleva exactamente montado en una bici dando pedales sólo 12 días (antes iba en patinete), hoy se ha hecho 6 kilómetros por Dublín, usando principalmente aceras mientras yo iba por la calzada. Es un poco rollo en los cruces, pero incluso en algún tramo nos hemos atrevido a usar los dos el carril bici. Está entusiasmado porque ha descubierto una libertad desconocida y yo he dejado de llevar 25 kilos extras en el transportín de atrás ;-)
ResponderEliminar¿Has visto esta peli? La pusieron hace poco en la 2.
ResponderEliminarBueno, a mi me dio la impresión de que allí estas cosas son para evitar demandas: "Oiga es que el taxi frenó bruscamente para recoger a un pasajero y TUVE que embestirle ¡Debería ser el quien me pague!". Puede sonar exagerado, pero de verdad que estaba todo lleno de advertencias absurdas, encaminadas a que "si pasa algo", la empresa productora o el responsable de la instalación o servicio queden eximidos de responsabilidad porque "ya lo advertían".
ResponderEliminarhola soy rober.otro mas. me autoapunto .primera vez con vosotros. pero salvo mayores problemas creo que aguantare bien. he hecho varias veces Villaverde ucles Villaverde.saludos.
ResponderEliminarHola Buenas, me apunto para la ida, es la primera vez que salgo con vosotros y la vuelta si que la haré en tren. Saludos!
ResponderEliminarPor supuesto!!
ResponderEliminarHasta el infinito y más allá...XD
Yo también estoy deseando saberlo...
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarTambién soy nuevo y mi cuerpo no va a dar para tanto trote, pero llegaré hasta donde pueda..
A las 7:45 en la puerta del Sol.
ResponderEliminarFoto de grupo junto al Oso, y a las 8:00 rodando.
Bueno... lo mismo llegas a Guadalajara y te quedan ganas de más. La vuelta es un paseo. No lo descartes tan pronto ;-)
ResponderEliminarEsta es mucho más suave, tranquilo. Un paseo, vamos
ResponderEliminarBueno, puedes volver en tren desde Guadalajara... o seguir un poco más hasta Alcalá, o Torrejón y coger allí el tren ;-)
ResponderEliminarHasta donde puedas... puede ser ida y vuelta. Nunca se sabe.
ResponderEliminarHola chicos! Soy nuevo tambien) y me apunto, haber que tal se me da)) alguna recomendacion de que llevar de comida?? Gracias!
ResponderEliminarHola Iván, barritas energéticas o bocata según, algo de fruta, o lo que tu veas, si no siempre lo compartimos todo en el grupo, manaña nos vemos....
ResponderEliminarme gustaría ir. Intentare estar a la hora acordada.
ResponderEliminarDa igual aplican la Ley moradaza , por que vendrá un enterado de Agente y te dira que se lo pongas, discutiras te multara y al final se lo pndras Sic , viva la ley del Regimen Autoritario por que lo digo yo y basta.
ResponderEliminarNo van a perder por que hay mucho COCHISTA FACHA DE BMW AUDIS Y DEMAS ZARANDAJAS, LA BICI ES DE POBRES Y PROLETARIOS. ESO MANDA EL PP DE IMAGEN A SUS VOTANTES.
ResponderEliminarok. a las 09:00 estaré a la salida de Perales, junto a la iglesia abandonada, justo cuando pasa la M-50. gracias.
ResponderEliminarMe apunto sonámbulo
ResponderEliminarEse tipo de cosa es a la que me refiero. Es lamentable que frente a la prevención real se ponga eso.
ResponderEliminarConstantes de la física:
ResponderEliminar40 años: el tiempo que falta para la fusión nuclear sea viable comercialmente
30 minutos: lo que la gente dice que tarda en llegar a cualquier sitio en Madrid
2 meses: el tiempo que falta para que se apruebe el RGC.
Y la sobreprotección
ResponderEliminartiene a veces derivadas absurdas. En el colegio de mis hijos se ha celebrado un
Aula Ciclista de la Vuelta Junior patrocinada por Cofidis. Es una buena idea.
Pero niños, que os quede claro, la calle es una jungla peligrosa. Así que
cuando no os quede más remedio que ir por la calzada, pobrecitos, “siempre
pegado a tu derecha”. El de nueve años no entendía. Desde hace al menos tres
años vamos a menudo por la calzada. Y le digo que vaya por el centro
del carril, que es mucho más seguro, legal, etc…
El
consejo erróneo está también en el folleto que han repartido a todos los
participantes. He mandado un correo al Aula Ciclista, ya que además de
inseguro no cumple la vigente Ordenanza Municipal. Ya veremos que contestan.
Mientras haremos “proselitismo” con los amigos de mi hijo para que no se lo
crean. En su descargo decir que el resto de consejos eran correctos y sensatos.
Física española. Brillante. la velocidad de la luz, la acción elemental y afines, quedaron donde el 1,5m para adelantar, los 5 m de distancia de seguridad, el respeto y la aceptabilidad social de la bici: al otro lado de la frontera.
ResponderEliminar¿Que peli (no hay enlace)? Seguro que es buena si la recomiendas tú, pero no lo puedo adivinar.
ResponderEliminarTiene usted razón, se me fue la olla. "Profesor Lazhar" se llama:
ResponderEliminarhttp://www.filmaffinity.com/es/film581156.html
A mi me pareció que estaba bastante bien, aunque no estoy tan seguro de mi criterio como tu. Otra peli interesante que trata sobre estos temas, es "Hoy empieza todo".
En 2004 pasé un mes en una pequeña ciudad cerca de Amsterdam. Aparte del tráfico de bicis que todo el mundo ve, me llamó la atención la cantidad de niños pequeños que iban al colegio en bici solos o en pequeños grupos, descubriendo su entorno, responsabilizándose de ellos mismos, aprendiendo a vivir autónomamente sin depender de sus padres todo el rato. A la vuelta a España volví a ver esas filas de coches y todos terrenos aparcando delante de los colegios e institutos, para que los jóvenes españoles no tengan que pisar la calle......en ascensor de su piso al garaje, en coche desde ahí hasta el colegio, de la mano para bajarse del coche y entrar en el colegio,......después nos quejamos de la falta de iniciativa y del conformismo de los españoles.
ResponderEliminarSí es muy buena. La ví hace tiempo. buscaré la de "hoy empieza todo" muchas gracias.
ResponderEliminarOtro reto conseguido!! Vaya día de sol más bonito. El barro... apenas apareció. Alguno metió la rueda en algún charco, pero fue solo para no volver con la bici limpia a casa
ResponderEliminarLa veré, gracias.
ResponderEliminar¡Primer reto, primeros 100kms.! ¿Se puede pedir más? Un equipo apoyandome, dandome caña y tendiendo su mano. Agotamiento total; pero pensé que moriría en el intento y no. De regreso en el tren desde Alcalá de Henares, pensaba: ¿podré sentarme y pararme mañana? Y hoy mi cuerpo ha respondido genial. Fernando y Olivares me dieron la primera lección de descenso; así iré venciendo los miedos. David, Agustín y Alonso me impulsaron en muchas cuestas que para ellos eran un paseo. En fin; día de triunfo personal, TOTAL.
ResponderEliminarUn premio para Niko por la cantidad de pinchazos acumulados.
ResponderEliminarSolo quería agradeceros por el apoyo y la buena compañía. Lo he pasado muy bien y para mi ha sido un logro importante.
ResponderEliminarEspero poder seguir saliendo más veces!
Os dejo un enlace a un video-resumen de la ruta (desde mi humilde casco)
https://www.youtube.com/watch?v=YRTGLCsszsk
Para algunos, la ruta de Madrid a Guadalajara, pasando la barrera de los 100 km y con más de 1000 metros de desnivel, suponía todo un reto. Pero una vez que se pusieron en camino, rodeados de amigos que les animaban, ese reto se convirtió en un agradable paseo.
ResponderEliminarA las 8:00 de la mañana nos despedíamos del Oso, y algunos le prometimos que volveríamos a saludarle a media noche. No podíamos faltar a nuestra cita.
Madrid-Guadalajara-Madrid, 183 km marcaba mi GPS al llegar a casa. Otro reto más superado, y a la espera del siguiente.
Gracias a todos por hacerlo posible!!!
(Como siempre, si a alguno no le ha llegado la invitación a Dropbox para ver las fotos, que me lo diga)
Primer video resumen
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=kOEXzIzLUxY
Donde envías la invitación a Dropbox?
ResponderEliminarVes como al final era un paseo? ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por seguir animándome a continuar y a no bajarme de la bici cuando flaqueaban las fuerzas. Sin vosotros, imposible. Hasta la próxima salida
ResponderEliminarhttp://youtu.be/eBXkbh556t4
ResponderEliminarhttp://youtu.be/_3oPCj9ubCQ
http://youtu.be/bIHnJ9wU6qE
ResponderEliminary el ultimo:
ResponderEliminarhttp://youtu.be/7YODprnefrs
La tienes en tu correo
ResponderEliminarRevelador artículo .. y recopilador de lo que sin darnos cuenta nos va cercando.
ResponderEliminarNada que objetar. Si acaso la definición del encabezamiento que identifica a los niños como un grupo social. No lo son, en mi opinión, y el error puede consistir en tratarlos como tal. El hecho de que la infancia disminuya, numéricamente, se debe a otras causas y su verdadeto "ethos" no se puede tratar/combatir como si lo fueran.
K-Li, te admiro profundamente. Lo tuyo es coraje y fuerza de voluntad, y eso, mueve montañas. Ya ves que los 100 km son fáciles de superar, próximo reto? La luna parecía lejos, pero empieza a antojárseme un paseo ;-) Nos vemos pronto!!
ResponderEliminarAgus que me sonrojo...gracias, es todo lo que puedo decir.
ResponderEliminarSin negar validez al artículo, con el que estoy de acuerdo en general, creo que faltan algunos datos en donde se sustancie todo ese panorama. En donde se vea porqué las cosas son así y no de otra manera. Y qué se puede cambiar y con qué hay que vivir.
ResponderEliminarLa madre de mi suegro tuvo 20 embarazos, 12 partos y 9 niños que llegaron a adultos. Yo solo tengo un hijo. Cuando yo nací había en España unos 31 millones de habitantes. Ahora hay 46. No solo la porción que representan los menores de 16 años ha disminuído. En números absolutos hay muchísima más gente. Sería interesante ver la proporción automóviles/niños o incluso km_recorridos/niños hace 40 años y ahora. Las cifras tienen que ser de asustar, precisamente.
Respecto a la "fuente de energía emocional": mi padre tuvo 5 hijos, y a ninguno cogió en brazos nunca. Dejo al lector el cálculo del número aproximado de veces que debo coger a mi hijo en brazos para ser un buen padre pero sin convertirlo en mi "fuente de energía emocional". Da igual la cifra que se de: seguro que peco por exceso o por defecto. Los padres modernos... ya se sabe.
Y respecto a la parte final: a menudo llevo a mi hijo en bici, por la calzada, por el centro, delante mío, sin miedo, por calles de un solo carril, sin apenas tráfico. Si algún coche aparece detrás mío... que se espere. Y de hecho así lo hacen. Sin bocinazos. El próximo cruce, donde quizá nuestros caminos se separen, apenas está a 100 metros. Quizá la paciencia escasee, pero surge cuando el esfuerzo que te ven hacer es evidente. Y todo esto... mientras veo a un ji...ollas de 2x2 (tipología "armario empotrado") en la misma calle con su MTB por la acera de apenas 1 metro de ancho. Pero, claro, la culpa es de los padres. Ah, y del Ayto. que no toma las medidas pertinentes y bla bla bla.
Todo esto no ha caído del cielo como un rayo. La "realidad" que se nombra en el título es un complejo entramado de circunstancias socio-económicas, demográficas, culturales, políticas, históricas, etc. Y se puede denunciar un aspecto (niños, autonomía, movilidad), pero no se puede pretender que vaya a evolucionar de otra manera mientras todo lo demás sigue igual.