Después de la crisis del petróleo de 1973 una expresión propia de los círculos científicos se hizo popular: “peak – oil”. El término en inglés se refería a un momento próximo en el que la producción de petróleo alcanzase un máximo a partir del cual declinaría aunque la demanda siguiese aumentando.
En los últimos años se habla de otro concepto similar, “peak – car”, que en este caso se refiere a un punto en el que en los países desarrollados cada vez se recorrerán menos kilómetros por persona y año en coche privado.
Según un reciente estudio publicado por el Victoria Transport Policy Institute, varios indicadores apuntan a que el “peak – car” se habría producido en la década pasada en algunos países de occidente, y desde hace unos años el número de coches y viajes respecto al total de la población se estanca o desciende. De ser así las previsiones para las futuras infraestructuras de movilidad podrían tener que revisarse y enfrentarse a nuevos retos, y los fabricantes de coches afrontar un inédito escenario de paulatino descenso del mercado. Pero sobre todo habría que enfrentarse a un hecho que parece confirmarse por diferentes caminos: la era de la hegemonía del automóvil privado podría estar acabando.
El automóvil y las catedrales
A estas alturas no hace falta ya explicar que los coches han sido los protagonistas del siglo XX hasta tal punto que hablamos de la “era del automóvil” como se habla a veces la “era de las catedrales”. Pero incluso aquel periodo medieval de prosperidad económica y desarrollo técnico que llenó Europa de aquellos dinosaurios de piedra se acabó, y la Europa del Renacimiento, con sus templos más pequeños y racionales, fue aún más próspera.
En cierto modo la “era del automóvil” también ha sustentado un periodo de prosperidad económica y desarrollo tecnológico que parecía no tener final. Desde que existen los coches a motor su número no ha dejado de crecer, y las miradas al futuro sólo se concebían con más coches para resolver nuestros desplazamientos.
El crecimiento de la población, la expansión de las ciudades o la incorporación de las mujeres al mercado laboral son algunos de los muchos factores que, fuese con Seat 600 o con Chevrolet Impala, hace 60 años alimentaron y se nutrieron de la fiebre de las ruedas. La construcción de infraestructuras vivió su época dorada en la segunda mitad del siglo, de lo cual da idea el hecho de que en 1955 la mitad de los kilómetros de carretera de Estados Unidos estaban aún sin asfaltar. Por todo esto el mundo ha pasado de tener unos 120 millones de coches en 1960 a cerca de 1100 millones en la actualidad, y las previsiones apuntan a que seguirá subiendo principalmente por el impulso de China e India.
Sin embargo el mundo ha cambiado mucho desde 1960 y el automóvil ha dejado de ser el centro de la sociedad. Los países desarrollados han completado sus principales infraestructuras, la población se concentra en ciudades y los tiempos del petróleo barato quedaron atrás. Muchos de aquellos factores que impulsaron el auge del coche privado han desaparecido, y las prioridades de los ciudadanos han cambiado. Por todo esto Todd Litman plantea un futuro inmediato en el que, en vez de seguir aumentando hasta el colapso, el uso del coche descenderá.
Indicadores para detectar el "peak-car"
Que desde el estallido de la crisis de 2007 las ventas y el uso de coches ha descendido es un hecho que se puede confirmar sólo con leer los periódicos. Sin embargo el estudio del Victoria Transport Institute recoge un más amplio rango de tendencias que indican que desde el entorno del año 2000 la tendencia mundial de uso del coche privado se ha invertido primera vez en décadas. En el país de los automóviles por excelencia, Estados Unidos, el número de coches “per capita” está estancado desde el año 2000 en torno a 0’8 coches por habitante sin crecer desde entonces.En Europa esa estabilización varía entre 2000 y 2005 según los países, pero desde esa fecha en Alemania, Reino Unido y Suecia el número de coches por habitante no ha crecido, mientras que en España, Holanda o Italia lo ha hecho mucho más despacio que en la década anterior.
Litman pone el acento más que en la cantidad de coches en el uso que se hace de ellos, y al analizar los tipos de uso y las distancias recorridas los resultados son similares. El número de kilómetros “per capita” recorridos en los países desarrollados apenas ha subido desde el año 2000, cuando aún quedaban varios años para el estallido de la crisis económica. Que los hábitos han cambiado también se manifiesta en que el uso del coche para ir de compras es el único que ha subido paulatinamente, mientras que los desplazamientos para ir al trabajo, por motivos familiares o de ocio han descendido o permanecido estables desde 2001.
Otros factores han contribuido a un estancamiento del número y uso de los coches, como el nivel de renta. Según se ha observado, la tasa de coches por habitante tiende a estancarse cuando la Renta Per Cápita se acerca a 25.000 dólares anuales, a pesar de que los costes de operación y de compra de los coches han bajado en los últimos 10 años. Según este estudio una de las tecnologías que podrían ayudar a que los viajes en coche privado repuntasen es precisamente la conducción autónoma, aunque afirma que no se implantará de forma masiva ni siquiera a medio plazo.
Por último según Litman el principal enemigo del coche han sido, paradójicamente, las ciudades. Los modos de vida urbanos, especialmente en aquellas ciudades más compactas, y la creciente concentración de población en ellas (más del 60% de la población mundial y creciendo) ha hecho que la mayor parte de los desplazamientos sean urbanos, un entorno donde el coche se encuentra sometido y no puede desplegar su poderío. El uso del transporte público, que en muchos países perdió pasajeros de modo alarmante hasta los años 70, ha repuntado desde 2000 y las inversiones en diferentes modos lo hacen más apetecible como alternativa al coche privado.
En norteamérica desde 1995 a 2002 el número de kilómetros viajados en autobús subió un 20% y los viajes en tren un 40%. Los impuestos sobre el automóvil hacen que sea cada vez menos interesante poseer uno cuando se vive en una gran ciudad que dispone de múltiples medios alternativos de transporte. Al mismo tiempo, y paradójicamente, el modo de vida americano de la casa con jardín y garaje, que se ha exportado de un modo u otro a Europa, también da síntomas de haber tocado techo y se adivina un progresivo trasvase de población de los suburbios a los cascos urbanos de las ciudades, donde el coche apenas ofrece ventajas.
La clave está en los jóvenes
Una de las claves por las que se advierte que el uso del coche privado podría haber tocado techo es el menor interés de los más jóvenes en el automóvil. Los niños de mediados del siglo XX vivieron un idilio con el automóvil que aún no se ha roto cuando ahora tienen más de 60 años. Pero los hijos y nietos de aquellos han ido paulatinamente conduciendo cada vez menos. En España desde 1988 el parque móvil se ha doblado (de 10 millones de turismos en 1988 a 22 en 2011), pero el número anual de nuevos conductores ha descendido casi un 30% en el mismo periodo desde 603 000 a escasos 435 000.
Si la tendencia actual es el acceso a la información en lugar de la posesión de sus fuentes, en el caso del transporte se valora más el viaje que la posesión del medio físico que lo realiza.
Según Litman las nuevas tecnologías que permiten un transporte público “inteligente” reducen el uso del automóvil privado, especialmente entre los jóvenes. Y esta reducción tiene además un efecto potenciador ya que un cambio de un 10% a otros medios de transporte reduce el uso del automóvil en un 9%, pero duplica el número de viajes realizados en transporte alternativo.
Seguramente el número de coches en el mundo seguirá subiendo durante algunos años, pero el estancamiento de su uso y de la tasa de coches por habitante en los países desarrollados indica que su importancia dejará de crecer o será cada vez menor. A unas cuantas décadas vista será cada vez más difícil para los fabricantes alcanzar la economía de escala y los ingresos de los gobiernos derivados del automóvil tendrán que ser obtenidos gravando otros medios. Los coches no desaparecerán y seguiremos disfrutando de ellos, pero serán sólo una opción más y ya no conquistarán el corazón de los jóvenes como conquistaron el nuestro.
Genial artículo, esperanzador.
ResponderEliminarAdemás de hablar de aumento del uso del transporte público, podríamos hablar del transporte en coche compartido, porque cada vez es más fácil escuchar el "blablacar" en historias sobre viajes ;).
Voy a ver el vaso medio vacio.
ResponderEliminarEn España estariamos mas bien en el "rounded hill-car" y tenemos status quo para rato.
Pero, si os parece podriamos ir pidiendo ya una red de carril-coche y el resto compartido (bus/bici/patines y asimilados/peatones/mascotas/...).
Existe una necesidad imperiosa de ir segregando el coche a un segundo plano en pro de los transportes alternativos. SIn embargo en España se opta por estimular la compra de coches que, aunque proporciona empleo a mucha gente, es pan para hoy y hambre para mañana.
ResponderEliminarSin embargo algo se está haciendo a favor de uso del transporte público, y de la bicicleta. Pero debería hacerse mucho más y de forma más eficiente, evitando desdoblar recursos y educando a los ciudadanos, especialmente a los más jóvenes que son los directamente perjudicados si no se acaba este frenesí contaminante.
Si se piensa, muchas veces es ridiculo mover una tonelada de hierro gastando combustible para llevar una persona de un lado a otro cuando dispone de medios mas efectivos, economicos y ecologicos.
ResponderEliminarEvidentemente, casi todos los que leemos aqui deseamos que eso sea cierto. De todos modos pienso que la razón numero uno para prescindir de un coche en estos momentos es la económica y lo va a seguir siendo.
ResponderEliminarAl fin y al cabo lo que queremos es movilidad. Lo mejor para que la gente no use el coche sin sentido es que no tenga un coche privado. Por eso es importante que rapidamente se esparzan los sistemas de car sharing para que la gente vea que no tiene necesidad de poseer un coche.
La bici solo es UN elemento de esa nueva movilidad. Cuando tengo un catarro o una pata rota necesito el transporte público. Cuando quiero llevar un sofá o un armario del Ikea a casa necesito un coche o una furgoneta.
En EQUO tenemos un grupo de movilidad sostenible. Si queréis participar en el debate, podéis hacerlo sin problemas. Seguro que entre todos nuestros puntos de vista podemos llegar a conclusiones interesantes.
ResponderEliminarNosotros asumimos que el decrecimiento será el camino para poder salir de esta crisis económica y medioambiental. Y esta teoría no dice ni más ni menos que los recursos son finitos y es materialmente imposible mantener este ritmo de consumo.
Creo que también en el tema de la movilidad sostenible hay que tener en cuenta la diversidad en la organización del trabajo. Me explico. Por ejemplo, si no es necesario trasladarte para trabajar, ¿para qué voy a necesitar un coche o una infraestructura carísima? De esta manera estarías utilizando racionalmente los recursos existentes.
Aquí tenéis otro artículo que tiene mucho que ver
ResponderEliminarhttp://www.abcdesevilla.es/motor-reportajes/20130813/abci-automovil-pierde-peso-como-201308121849.html
Sostenibilidad... Interesante concepto.
ResponderEliminarOs recomiendo este cómic
http://aldea-irreductible.blogspot.com.es/2011/02/los-renos-de-la-isla-de-saint-matthews.html
O aquí en version original en ingles
http://www.stuartmcmillen.com/comics_en/st-matthew-island/