Un semitándem en realidad, mitad tándem, mitad remolque, con rueda de 20" que se ancla a mi transportín y desde el que se puede pedalear y cambiar marchas, aunque no frenar ni girar.

Pero ya, con casi ocho años, había llegado el momento de la emancipación. El inicio del nuevo curso se presentaba como un momento propicio, nuevos libros, nuevo profesor, nuevas actitudes "de mayor".
Sin embargo, lo de cortar el cordón umbilical no estaba tan claro como parecía. Ella llevaba ya un tiempo pensando en este momento con bastante confusión. Desde siempre, todo su entorno la ha estado bombardeando con sus miedos al tráfico. De forma voluntaria o inconsciente, los demás han proyectado sus miedos sobre ella. Ya sea con sus preguntas, expresiones de sorpresa o exclamaciones temerosas cuando sale a relucir que ella circula en bici por calzada cada día para ir al colegio.
Sin embargo ella, acostumbrada a circular por la calzada, no terminaba de entender lo que pasaba. Ya que había comprobado durante años que no pasaba nada y para ella era algo natural, una forma más de ir al colegio, quizá algo excéntrica, como su padre, o quizá demasiado moderna, pero positiva, según se aprende en clase y bien valorada por sus profesores y peatones anónimos y espontáneos que se encuentra regularmente en su camino.
Lucía en tandem -----> Minuto 8:45
Estar en el centro de dos posturas contradictorias le generó un conflicto y, por momentos, manifestó miedo a ir sola. Supongo que llegaría a pensar que si yendo en el tándem no pasaba nada, el problema debía estar en ir suelta.
Finalmente, tras una demora de algo más de medio curso y tras darse cuenta que el tándem se le estaba quedando pequeño, decidió dar el paso.
Aprovechamos la semana santa para ensayar el camino, cientos de veces realizado antes, ahora de forma independiente. Las calles estaban prácticamente vacías. De los pocos vehículos que nos encontramos, fueron dos los que nos pitaron, un autobús de la EMT y una señora mayor en su coche, ambos en calles de un carril por sentido con el carril contrario totalmente desierto, es decir con total libertad para adelantar.
Nosotros circulamos en paralelo, tal como dice la ordenanza de movilidad del ayuntamiento de Madrid, ella por el centro-derecha y yo por la izquierda. De esta manera podemos hablar durante el camino, ya que hasta ahora, al ir siempre detrás y con el ruido de los motores, no podíamos mantener la más mínima conversación.
Respecto al respeto de los demás usuarios de la vía, es curioso como recapacitan y tratan de no dañar a un menor y a la vez protestan por la imprudencia de su padre al exponer a la pobre niña a un riesgo tan grande que, por otra parte, están causando ellos mismos.
Es curioso cómo evitan no pitar, para que no se asuste ella e incluso se alejan de nosotros hasta que se deciden a adelantarnos, momento en el cual protestan contra mi, a veces pitando, por la insolente temeridad.
No faltan los que nos dicen que no podemos circular en paralelo, sobre todo motoristas, ¿que es lo que les enseñan a esta gente?, que luego nos adelantan por la derecha ;-) incluidos agentes del cuerpo de policía nacional.
Hemos tenido problemas incluso con otros padres, a uno, tras recriminarle que no podíamos entrar al patio, porque estaba bloqueando la entrada con su coche mal aparcado, salió como un energúmeno a decirme que no era cierto y que además estaba prohibido entrar al patio con las bicis. En lo último sí que tenía razón. Efectivamente, vamos a un colegio muy “moderno”.
Pero no quisiera dar una impresión negativa de nuestras experiencias, en realidad son hechos puntuales que no nos afectan a ninguno de los dos. Las incidencias son más o menos como cuando vas solo. El efecto apaciguador de niño se contrarresta con la velocidad, mucho más baja, que llevamos. De hecho alguna vez que me he apiadado del conductor que esperaba pacientemente a que subiéramos una cuesta a dos por hora, le he dicho a mi hija que nos apartáramos un poco para dejarle pasar. A lo que me ha respondido “que se espere”
En realidad lo que más le ha afectado a ella es la diferencia de desnivel a la vuelta traducido en una cuesta larga y aburrida. Aunque físicamente la puede subir entera y de hecho, el primer día así lo hizo, se estaba desmotivando. Es una niña, así que se me ocurrió cambiar de recorrido para evitar esa calle, a lo que ella me propuso que fuera ella la que buscase otro camino y yo solo tendría que seguirla :-)
Al día siguiente hicimos una nueva ruta. Pensé que haría alguna de las variantes que habíamos hecho en alguna ocasión, pero no, empezó con una idea y después improvisó. Terminamos subiendo por la avenida de Pablo Iglesias y ella tan orgullosa al descubrir que no se había perdido y estábamos llegando bien.
La cuesta es mas dura y el nivel de tráfico echaría para atrás a mas de uno, pero es su logro personal, así que hemos seguido yendo por ahí durante un tiempo.
Aquí teneís un documento gráfico, gracias a la contribución del lector y colaborador Areváco Ciclosofo
Como veis, con unos conocimientos básicos y seguridad en uno mismo, hasta un niño puede hacerlo.