Escrito por Mila Rodman (coolhunter y personal shopper) en colaboración con Jesús García (consultor de movilidad)
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Las siguientes imágenes muestra en orden de lectura los presidentes de EEUU de tres décadas: Roosevelt (1933-45), Truman (1945-53), Eisenhower (1953-1961) y Kennedy (1961-63).
Cada una de las siguientes fotos muestra ciudadanos de la costa este de EEUU y fueron tomadas en la presidencia de Roosevelt, Truman, Eisenhower y Kennedy, siguiendo el mismo orden de lectura.
En otros países la desaparición de los sombreros también sucedió en algún momento de la década de los 50. En España el momento de transición quedó reflejado en las fotos de Catalá-Roca, como esta de 1953 en Gran Vía. Compárese con la multitud de sombreros proclamando la II República en Sol en 1931, más abajo.
El sombrero: una infraestructura peatonal
Andar entra dentro de las maneras de desplazarse expuestas a los elementos, como ir en bici, patinete o moto. El calor o frío extremo, la lluvia o la nieve son factores que pueden hacer el desplazamiento más incomódo, hasta el punto de desplazarlo hacia otros modos de transporte o a otro momento climáticamente más favorable.
El sombrero permite realizar el desplazamiento a pie en esas circunstancias adversas: genera una cámara de aire aislante en la cabeza (la parte más expuesta) que protege del frío y del calor. Su ala aporta sombra en días de mucho sol, y aunque no ofrece tanta protección frente a la lluvia como un paraguas deja las manos libres, lo cual puede ser una gran ventaja si hay que llevar bultos.
Así, el sombrero puede ayudar a un desplazamiento peatonal tanto como una acera en sombra o una calle al cobijo de los vientos. Es pues, un complemento a la movilidad de gran utilidad.
El prestigio del sombrero
Como cualquier otra prenda o complemento, un sombrero forma parte del complejo sistema social de símbolos que aportan información sobre su porteador: la clase social, la pertenencia a un grupo o a una ideología son rasgos que transmitimos con nuestra manera de vestir (o que tratamos de disimular, según las circunstancias).
No es de extrañar que siempre haya existido una tendencia a imitar la ropa de los que ostentan el poder o la fama, y por ello las grandes firmas de moda buscan que referentes sociales de primera fila como actores, políticos o empresarios lleven su ropa. Es el motivo de que los sombreros de los presidentes de los EEUU y de sus ciudadanos coincidan. También se puede observar a pequeña escala: imitar las prendas que lleva el líder de un grupo es una manera de buscar aceptación social (un ejemplo claro es el calzado en chicas adolescentes, o las corbatas en un partido político).
El prestigio de no llevar sombrero
EEUU fue el primer país del mundo en el que el automóvil se convirtió en un modo de transporte de masas, convirtiendo el hecho de andar, ir en bici o en transporte público en un estigma social. La consideración del automóvil como símbolo de poder dentro de la manada ofrecía claras ventajas reproductivas, y es claramente observable en las películas de adolescentes de los años 50 y 60. Un ejemplo claro es el musical "Grease": el macho desea tener coche para conquistar a la hembra. No tenerlo te obliga a volver andando humillado del autocine. Y no basta con tenerlo, ha de tener un diseño que permita destacar sobre el resto o "fardar". La estética como demostración del estatus.
En ese cambio de código de valores que sucedió a finales de los 50, el sombrero se queda fuera de juego: ¿para qué lo necesita alguien que se puede mover a cubierto en su nuevo coche? El sombrero es para los que caminan, los perdedores. Kennedy es el primer presidente de EEUU que entiende esa nueva realidad y renuncia al sombrero como imagen de campaña; Él representa a la Nueva América que deja atrás las penurias de la guerra y puede moverse en coche. Quizá no fue un pionero, un "early adopter", pero sí un "influencer" a escala mundial.
La imitación social se expandió por todas las capas, incluso entre los que aún se movían a pie o en metro. El sombrero se convirió en una prenda desfasada que ya no representaba ni la modernidad ni un estatus social elevado. Es realmente significativo que la población negra de EEUU se sintiera ajena a ese cambio de reglas sociales. El sombrero se cargó así con un estigma racial en un país donde ese prejuicio es muy relevante, lo que aceleró su declive.
Son años en los que EEUU marca la ideología en el bloque capitalista con el apoyo de la industria cinematográfica. En pocos años, países de Latinoamérica, Europa o Asia se suman a la fiebre de querer ser moderno "como los americanos", y el sombrero desaparece como prenda común a toda la sociedad para quedarse relegado a situaciones meramente funcionales, eventos muy excepcionales, o para personas que serán juzgadas como "old-fashioned", de otra época.
En el camino, los desplazamientos peatonales se han hecho más penosos al
estar más expuestos a la lluvia o al sol extremo. El gorro en invierno o
los gorros de actividades deportivas son el único vestigio que
sobrevive con una función estrictamente climática y muy rara vez
estética.
El bloque comunista fue ajeno a esta transformación hasta su caída en 1989. Los líderes de la URSS siguieron llevando sombrero en 1970 generando imágenes que nos parecen incongruentes en la manera de vestir a ojos de un europeo occidental, como pasa con esta foto de Brezhnev con Kosygin.
La recuperación del sombrero: una necesidad de la movilidad sostenible
Ahora que el automóvil está dejando de tener el prestigio que tuvo, toca deshacer el sistema de símbolos sociales que se le asociaron. Si el sombrero es una prenda que ayuda a que haya más deplazamientos peatonales, la manera de reintroducirlo en la sociedad pasa necesariamente por su resignificación simbólica como prenda de prestigio. Pero para ello hay que lograr que salga de su vitrina de exclusividad y empiece a verse en otro tipo de eventos sociales más frecuentes o como prenda de paseo de famosos que marcan tendencia. Las carreras de Ascot son demasiado elitistas y propias de la cultura británica para servir de referente mundial a imitar.
El primer atisbo de cambio la están aportando algunos famosos de primera línea que están empezando a usar gorras por motivos estéticos. Brad Pitt, Leonardo Di Caprio o David Beckham son algunos de los que se están atreviendo a romper una línea férreamente sellada hace décadas y se enfrentan con la incomprensión de la sociedad o las revistas de tendencias, que todavía asocian esas prendas a algo "de viejos", como en este artículo de "The Cut". El futuro de la próxima década deberá agradecerles lo que están haciendo a favor de la movilidad sostenible.
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