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viernes, 24 de julio de 2015

La radionovela de los viernes: "Verónika ya no va en bici". Episodio 5

Resumen del capítulo anterior

Verónika por fin va en bici. Aunque no es habilidosa ni rápida, ha aprendido a moverse entre el tráfico en cualquier circunstancia, hasta el punto de que cuando visita otras ciudades con carril-bici se siente más cómoda en la calzada. Ya es capaz de hacer rutas de cicloturismo y ha conseguido un don: ser inmune a las pitadas de los coches que de vez en cuando le recriminan que ocupe todo el carril de la calzada.
 
Cuando todo parece ir sobre ruedas, ha empezado a descubrir una serie de problemas que no se solucionan ignorándolos como las pitadas.


Episodio 5. Verónika ya no va en bici

Si vas en bici por Madrid, acabas siendo activista


El primer problema que descubrió Verónika fue descubrir el estado del asfalto en Madrid. Alguna vez que la he acompañado en algún trayecto no ceja de protestar cual jubilado por los agujerones que pueblan las calles. No fue el único encontronazo con el Ayuntamiento. De vez en cuando tiene que andar peleando con agentes municipales para explicarles que circula bien.


Los vecinos tampoco se lo ponen fácil. Un piso sin ascensor invita muchas veces a atar la bici en el patio, sobre todo si vas a volver a salir en unas pocas horas. Resulta irritante descubrir notas anónimas informándola de “su incivismo”.




Pero lo que más ha cabreado a Verónika es descubrir el infierno que es llevar su bici en un tren que no sea de Cercanías a poco que quiere hacer un poco de turismo. Está indignada por las absurdas trabas burocráticas que hay que hacer para visitar cualquier Vía Verde, y por supuesto, ni se plantea llevarse su bici a otra ciudad.

Nos ha escrito algunas veces pidiéndonos información sobre cómo reclamar al Ayuntamiento.
Y a Renfe
Y a Adif
Y a la Policía

La bici ha dejado de ser un mero medio de transporte para ir a trabajar, ahora es una ventana abierta para ver la política de las administraciones públicas que ella paga, y se indigna viendo el resultado. Ha dejado de ser indiferente. Como todos los que usamos la bici (sobre todo en Madrid), no ha tenido otras opción que convertirse en una activista.

Sin embargo, no esperen encontrársela en la Bicicrítica, el movimiento reivindicativo por excelencia.
Me contó que no se ha acabado sintiendo a gusto por un motivo inesperado: van demasiado despacio para lo que ella es capaz de controlar.

Verónika y su bici



Verónika ya no va en bici

El final de la historia es agridulce, sobre todo tras haber demostrado que se podían superar todas las dificultades que muchos otros creen que son insalvables.
 
Me contaba que últimamente se le hacía pesado ir a hacer recados por el tiempo que perdía con los dos candados recomendados (malditos ladrones impunes). Que estaba harta de tener que dar explicaciones de por qué va en bici a todo el mundo. Harta de no poder dejar la bici en el patio. De la barrila que la dieron sus compañeros de trabajo con el casco todo ese año en el que no se hablaba de otra cosa, "a ver si te voy a tener que dar un toquecito con el coche para que aprendas que hay que llevarlo", la llegaron a decir. De que la dijeran cómo tenía que circular gente que no tiene ni idea de lo que habla. De que la dijeran cómo tenía que circular policías que deberían de tener idea. De las multas desproporcionadas. De los baches.

Pero el motivo que la hizo desistir por completo fue paradójicamente quienes menos culpa tenían de los males que tiene esta sociedad: los niños.



En su recorrido habitual se comía todas las mañanas el atasco de dos colegios que no sabe sortear. Otros nos colamos entre los coches, pero ella no lo sabe hacer y espera paciente, o se va a la acera a hacer cientos de metros andando hasta pasar a los padres que no quieren que sus hijos caminen más de 10 metros para entrar al colegio. Sus tiempos de viaje se duplican sólo por este motivo, y eso la frustra enormemente.

Ahora va en transporte público a trabajar y su bici duerme en un balcón como tantas otras, esperando a que llegue el verano, el único momento en el que se plantea usarla porque es cuando los coches de los padres están de vacaciones.

Como ven, si la gente como Verónika no usa la bici en Madrid no es porque sea una actividad de deportistas de élite. Los problemas son otros.

¿Y qué pasó en Laos? 

¿Se acuerdan de que toda esta historia nació para poder usar la bici en unas vacaciones en Laos, cuya capital era "el paraíso de la bici" según la guía de viajes?

Paradojas de la vida,  aquella ciudad no tiene ya ningún encanto para ser recorrida en bici, ha sido invadida por un atasco perpetuo de coches de nuevos ricos en los tres años que separan la edición de la guía y el viaje que realizó (ya lo contaremos la próxima semana).

Pero como los McGuffins de las películas de Hitchcock, ese motivo sirvió como excusa para que esta historia de Verónika pudiera tener lugar. 

Que disfrutéis del calor.


Verónika y su bici